Año 1996
La cantidad de paredes que hay en Málaga, una de las provincias más montañosas de España, parece casi infinita. La verdad es que hoy en día aún sigo descubriendo muchas nuevas. En el año 1996, siguiendo con la costumbre de buscar zonas nuevas por las serranías, me encontré con la cueva de Archidona, que me impresionó bastante ya que se ceñía mucho al tipo de vías que estaba buscando, cada vez más largas y desplomadas.
La primera vía que equipé, Kallisté, que se ha convertido probablemente en el 8c con más repeticiones de Andalucía, con 35 metros de continuidad y chorreras, era la vía central y más evidente de la cueva.
La segunda que equipé, ya buscando un proyecto de mayor envergadura, fue Orujo. Ésta se salía un poco de la tónica de las vías habituales ya que, aparte de los 45 metros que tenía, había algunas zonas en los techos en las que, para continuar, tenías que darte la vuelta y destrepar. Desde luego era algo totalmente nuevo en dimensiones tan grandes. Por momentos podías perder la dirección de la vía y no saber lo que era arriba o abajo. He visto muchos escaladores de nivel perder el norte en esa zona y no entender nada, sin que aquello fuese muy difícil. Aunque hoy en día sea más habitual y se vea más este tipo de escalada, en aquel entonces era algo totalmente innovador.
Respetar la naturaleza de la vía
Cuando equipé la vía de Orujo, tanto desplome y techo, la longitud y, sobre todo, la potencia de los últimos 10 metros, hicieron que me pareciese casi inhumana, pero no imposible en un futuro, así que tomé la decisión de poner cuatro presas artificiales en esa última zona con la opción de retirarlas más adelante si estaba más preparado, yo o cualquier otra persona, y así hacerla entera sobre presas naturales. Esa opción, en aquel momento, me pareció que era la que respetaba más la naturaleza de la vía y la ética de entonces, que era la de procurar que las vías fuesen naturales, aunque a la vista quedara menos estético.
Una vez encadenada, la gradué de 9a, con lo que se convirtió en el primero de España y una de las cuatro más duras del mundo por aquel entonces.
Recuperar el trazado original y afianzar la graduación
Poco después del encadenamiento, tras probar Daniel Andrada la vía y comentarme que alguna secuencia, en donde estaban las presas artificiales, le había parecido más sencilla, para evitar confusiones, opté por volver a la vía para realizarle algunas modificaciones de manera que la ruta quedara obligada a realizarse tal y como yo la había hecho: manteniendo la dificultad de 9a sin posibilidad de otra interpretación.
En concreto, tapé un tridedo, partí una pequeña chorrera después de la primera presa artificial, y tapé un bidedo de primera falange a la altura de la última presa artificial, justo en la salida.
En mi opinión, cualquier equipador debería poder acabar de retocar o enderezar sus vías cuando aún no han sido repetidas, más aún cuando se respeta el encadenamiento inicial y no ha encadenado nadie más.