Año 1987
Cuando empecé, la escalada deportiva estaba naciendo en España. La mayoría de las vías eran de clásica o mixtas, el seguro más importante era el spit y era relativamente nuevo eso de poner una chapa en donde entraba un fisurero. Era como pecado. Y ya no te digo lo de picar cantos, que ni se te pasaba por la cabeza, o sicar cantos, que ni existía. El concepto de escalar al flach no había nacido aún y el boulder se hacía como un juego o como calentamiento. No existía como modalidad de escalada. El sicobloc lo practicábamos como una diversión de verano, como si fueran boulders acuáticos con los que nos refrescábamos de los calores dándonos un chapuzón, al igual que los descensos de cañón. La dificultad máxima que se había hecho en Málaga era Strong Donkey 7c, que estaba en El Chorro y no era una vía hecha por un local sino por un inglés que la equipó.
Cuando empecé, la escalada deportiva estaba naciendo en España. La mayoría de las vías eran de clásica o mixtas, el seguro más importante era el spit y era relativamente nuevo eso de poner una chapa en donde entraba un fisurero. Era como pecado. Y ya no te digo lo de picar cantos, que ni se te pasaba por la cabeza, o sicar cantos, que ni existía. El concepto de escalar al flach no había nacido aún y el boulder se hacía como un juego o como calentamiento. No existía como modalidad de escalada. El sicobloc lo practicábamos como una diversión de verano, como si fueran boulders acuáticos con los que nos refrescábamos de los calores dándonos un chapuzón, al igual que los descensos de cañón. La dificultad máxima que se había hecho en Málaga era de 7c: Stron Donkey, que estaba en El Chorro y no era una vía hecha por un local sino por un inglés que la equipó.
En el momento que empecé a encadenar mis primeras vías ya tenía claro que lo que quería hacer en la escalda era averiguar mis límites, saber qué era lo máximo que podía llegar a encadenar y más me motivaba aún el hecho de ver que estaba casi todo por hacer en lo referente a la escalada deportiva.
Con 13 años encadeno Amazonas 7c
En el primer año, a los 13, llegué a encadenar Amazonas 7c (en El Limonar). Esto significaba que había encadenado todas las vías más duras de Málaga y que, por tanto, me había quedado sin vías para seguir progresando. Esto me obligó a equipar mis propios proyectos, buscar líneas nuevas, lo cual era un proceso más lento y más complejo, ya que, de esta manera, uno no decide ni el grado de las mismas, ni su morfología. Es decir, que ya no podía elegir a la carta las vías, que es lo que le hace a uno evolucionar más rápido: que si la quería de potencia o de fondo, que si placa o desplome…jejeje… aunque la verdad es que la elección, en aquella época, era poca (placa o placa desplomada de regletas, claro, y pasos de bloque). Eso de desplomes de resistencia con cantos, como que no existían.
Puede que ese proceso fuera más lento y no del todo de mi gusto respecto al grado, pero era sin duda mucho más emocionante y creativo. La verdad es que no lo cambiaría por nada del mundo ya que fue eso lo que me enamoró del todo de la escalada: poder elegir el lugar o entorno, el trazado de las vías, que sea un trabajo tuyo y poder personalizarlas o ser el primer escalador que pone las manos en una pared, ya que siempre buscaba cosas nuevas que no se hubiesen hecho antes. Todo aquello hizo que a la hora de hacer proyectos en mi límite prefiriera especialmente hacer los míos, pues para mí tenía un valor especial.
El más joven del mundo en hacer 8a+ y 8b
A la edad de 14 años, en 1988, hice mi primer 8a, con Butters Fingers 8a en El Chorro. La cotación alcanzada en esta vía pude corroborarla cuando ese verano me fui a Montserrat y encadené Arribabá, en aquel entonces uno de los 8a más contrastado de España. Con ello, conseguí elevar mi nivel de 7a a vista, hasta 7c; todo esto entre risas de los compañeros por llevarme los fisureros, ya que allí todas las vías que fuimos a hacer eran de deportiva.
En aquel entonces, los escaladores nos conocíamos todos. El lugar de parada en El Chorro era el bar de Isabel, donde estaba el Libro de Piadas, que era, por entonces, la única guía de escalada. Cada vez que había un accidente nos avisaban para el rescate ya que éramos el único equipo de rescate posible -¡y vaya rescates!- aunque fuera a las tantas de la noche. Anécdotas curiosas para contar tengo unas cuantas.
Al poco, también con 14 años, encadené mi primer 8a+ E por doquier, y mi primer 8b The monsters for ever con 15 años, con lo que me convertí en la persona más joven del mundo en realizar ese nivel de dificultad a esa edad.
Pero, lo que verdaderamente me importaba, y quería, era hacer cada vez una vía más dura y en paredes fuera de lo habitual. Monsters for ever fue una vía en la línea de las que andaba buscando, en sectores un poco perdidos, donde no hubiera escalado nunca nadie y donde pudiera meditar, disfrutar un poco de la paz de la montaña y de la compañía de los amigos sin molestias. No obstante, encontrar quien me asegurara en sectores apartados, donde no había apenas vías accesibles, me supuso un inconveniente que ralentizaba mi progresión. Además, en aquella época se aseguraba con ocho y era mucho más laborioso hacerlo.
Entrada en competiciones
Además de aquello, y al mismo tiempo, entré en el mundo de las competiciones de escalada, las cuales fueron las primeras que se celebraban en Málaga a nivel provincial, y en Granada a nivel regional. Gané las dos, con 14 y 15 años respectivamente y sin categorías, ya que no existían entonces. Al año siguiente, me presenté a mi primera competición nacional en Ibi y, para mi sorpresa, quedé segundo, cosa que, por primera vez, me hizo darme cuenta de a qué niveles me estaba moviendo y de que las vías que estaba escalando eran lo que yo pensaba. Esto me motivó y entré en este mundillo de las “compes”, que era interesante pero en el que no me sentía del todo cómodo ya que los nervios me comían.