Año 1999
En el año 1999, buscando nuevas zonas y vías de mayor resistencia cada vez, un amigo, Ramón (el catalán), me comentó que había visto un desplome con techos en Villanueva del Rosario (Málaga). Interesado en verlo, fuimos, y mi sorpresa fue que cuando llegamos me di cuenta de que esas paredes eran las que ya tenía intención de conocer pues se veían a lo lejos cuando pasábamos por la autovía en dirección a Granada.
Evidentemente, lo que más me llamó la atención, aparte de la longitud de las vías y la calidad de la roca, fueron las vistas y la paz que se respiraba, típicos de una zona virgen.
La línea de la Chilam fue la primera a la que se me fueron los ojos: era el proyectazo que andaba buscando. Pero antes había que abrir una vía de calentamiento, y ésa fue la Cenizo 7c, en la parte más fácil de la pared, 30 metros.
Vía innovadora
La segunda vía, la Chilam Balam (La magia de los dioses), fue mucho más compleja de equipar, ya que seguía una diagonal natural, formada por chorreras sobre el borde de un techo de 50 metros de longitud, que continuaba enderezando el ángulo del recorrido, durante 30 metros más, por un desplome con chorreras más verticales aún y movimientos delicados para finalizar; un cóctel demoledor de potencia y técnica al final.
Esto era algo totalmente innovador, ya que las vías, como norma general, buscan la vertical y, además, y más importante, lo de 80 metros rompía mucho con los esquemas de las vías actuales, al ser excesivamente larga. Pero, bueno, yo pensé que si lo que quería era más fondo sin aumentar, dentro de lo posible, la explosividad, lo único que tenía que hacer era aumentar la longitud de las vías; eso es lo que llevo haciendo desde que empecé a escalar, siempre un poco más largas.
Equipar la via
Tres días me llevó equiparla, y una vez empecé a probarla sólo rectifiqué alguna chapa del principio para distanciarlas un poco más, o por alguna filtración de agua.
La longitud de su trazado, añadía un problema: el roce de la cuerda con las exprés; algo que ya notaba en proyectos anteriores pero que aquí se agudizó en exceso. Solución: alinear las chapas lo más posible para evitar los zigzags y, aún así, poner muchas vagas largas, como alguna que ya usé en Orujo, pero éstas de un metro como mínimo y en cantidad. Y, por otro lado, distanciar al máximo las chapas, aunque esto último no era muy viable en los primeros 50 metros ya que la diagonal transcurre relativamente cerca del suelo.
Trabajar el proyecto
La vía solamente se podía probar de mayo a octubre, dependiendo de las lluvias, por las filtraciones de agua o por el frío, con lo que el resto del año había que dedicarse a otra cosa. El primer año tanteé un poco la vía y me di cuenta de que había mucho trabajo por hacer. Mientras llegaba la siguiente temporada, estuve escalando otras cosas y madurando el proyecto en la cabeza.
En la segunda temporada ya fui a por el proyecto en serio y convencido. Puse dos estáticas para trabajar la vía por zonas, como hice con la Orujo cuando le quité las presas. Sólo quería probar la parte alta.
Mentalmente, dividí la vía como si fueran tres partes: una primera recorre un techo de 30 metros de 8c+, donde la secuencia más difícil se encuentra entre la tercera y sexta chapa. Un segundo tramo está formado por un techo de unos 25 metros de 8b+, donde la escalada se desarrolla más en chorreras y estalactitas. El paso más relevante está al principio de este tramo y el resto es continuidad intercalado con algún pasito intermedio. La tercera parte es un desplome de chorreras de 8b+/c con un paso, con su sección, más difícil y dos últimas chapas llegando a la reunión. Lo hice así para evitar empezar siempre desde el principio y no llegar agotado a la zona alta para trabajar los pasos. A veces probaba una sola sección o dos y, de esta forma, era también menos monótono.
La rotación de aseguradores en esta vía fue muy alta. Más de cincuenta personas me aseguraron. Pero era lógico. ¿Quién quiere ir a una zona donde no puede escalar prácticamente nada porque sólo hay dos vías duras y, encima, tirarse tres horas seguidas asegurando? Algo a agradecer, siempre.
Entrenamiento específico
El caso es que aun dividiendo la vía en tres y yendo a probarla todos los días libres que tenía, que eran dos a la semana por razones de trabajo, me tuve que hacer un plan de entrenamiento específico para la temporada de invierno, en la que no probaba la vía, pues necesitaba volver a la siguiente temporada con más fondo. Me planifiqué un entrenamiento para coger más masa muscular y obtener así fuerza para tres meses antes del comienzo de la temporada, y definir ese exceso de volumen con otro entrenamiento de sólo boulders con secuencias que tenía memorizadas, de más de 400 movimientos, en una zona cerca de casa que equipé cuando tenía 13 años. Y además de todo esto, los días libres los dedicaba a escalar.
Al comienzo de la última temporada, cuando volví a la vía, la soltura y el fondo con el que me movía eran justos los que necesitaba; sólo era cuestión de memorizar algunos matices y ajustar el ritmo, ya que era como una maratón.
El día que encadené
El día del encadenamiento ni mucho menos se me pasó por la cabeza el que fuera a salir ya que la temporada apenas había empezado. Los últimos días habían sido varios los aseguradores pero, el día del rotpunkt, dio la casualidad de que el que vino fue José (no recuerdo si me dijo su apellido), un aficionado a la montaña, que vivía en Inglaterra con su mujer y venía a hacer una visita a un familiar que tenía en Antequera. Le gustaba el descenso de cañón, rapeles, y algo había escalado. Lo conocí como cliente en mi trabajo (dependiente en El Corte Inglés-sección Deportes) y sería la tercera vez que venía a asegurarme.
El día que encadené, gradué la vía de 9b+ porque me parecía, no un poco más dura que todo lo que había hecho hasta la fecha, sino mucho más, y no porque así fuese el primer 9b+ del mundo sino porque era esa la sensación de grado que tenía con respecto a ella, aun así exprese en su momento mis dudas sobre si era 9b o 9b+ y a lo mejor lo innovador de la vía fue lo que me hizo decantarme al alza. Después, hice lo de siempre: quedé con dos fotógrafos, David Munilla y Mario Moreno, para hacer el reportaje de fotos y enviar la información a los medios para que se supiera de la existencia de la vía y la pudieran probar para así confirmar o no el grado de la misma.
El debate
Ya es historia la polémica que se generó en torno a la vía, con presiones de medios que exigían realizar reportajes fotográficos o comentarios de escaladores que, sin conocer la ruta, se apresuraban a dar opiniones sin base ni fundamento, dudando de la veracidad de la graduación. Nunca he vivido de la escalada aunque entiendo que haya quien sí lo haga y necesite estar siempre en los medios de comunicación, aunque sea creando polémicas e intentando llevarse por delante a quien sea con tal de vender noticias y/o promocionarse. Para mí la escalada, de la que soy protagonista de su nacimiento e impulso en España, es otra cosa muy distinta y muy alejada de intereses mediáticos espurios y de presiones de marcas comerciales.
Nunca quise hacer vías cada vez más duras por la caza de números sino por ese afán que siempre tuve de ver cuál podía ser mi límite en la escalada deportiva y, como estaba casi todo por hacer, más me motivaba aún ya que era más creativo. Las vías que equipé y encadené las hice para mi disfrute y el de los demás escaladores. Los números solamente fueron una forma de medir mi progresión.
La retirada, imposible superar lo alcanzado
El motivo de mi retirada, después del encadenamiento de la Chilam era claro: aparte de algunas molestias musculares que tenía, me había dedicado toda mi vida a intentar hacer vías cada vez más duras y ver cuál era mi límite, si algo tenía claro era que más de lo que había hecho no iba a ser posible.
El esfuerzo que requería hacer algo más difícil, trabajando y con tan poco tiempo libre, era imposible. La mayor parte del tiempo trabajaba, y cuando no entrenaba, dos días en semana probaba la vía, y las vacaciones, las pedía en fecha apropiada para hacerlo. De haber sido un profesional, habría probado la vía continuamente y, cuando no, habría estado descansando. Mis descansos, en cambio, eran mis días de trabajo. Era el momento de revisar mis ideas respecto de la escalada y buscar otras metas diferentes dentro de ella. Mientras tanto, me dediqué a hacer otras cosas.